San Roque, supuestamente (según la Vita Saint Rochi) nacido a finales del s. XIII en Montpellier -medio siglo después para el Acta Breviora-, no es el único santo pestífero -otros de gran predicamento fueron S. Sebastián, S. Antonio Abad y S. Adrián-, pero aúna en su carisma el perfil del viajero-peregrino (existen numerosos ejemplos en su iconografía de contaminaciones con Santiago Apóstol, incluso con San Cristóbal), héroe por su ayuda a los pobres y de santo salutífero, invocado durante los episodios de peste tanto en el ámbito privado como por parte de la comunidad. Su atributo más conocido es el perro acompañante que lame su llaga o bubón, suplementado por un ángel que le asiste y cura.
Precisamente ambas características (viajero y romero, sanador) engarzan, como para el caso de otros santos de dudosa historicidad, con arquetipos religiosos mucho más antiguos, en la línea de las deidades precristianas psicopompas y salutíferas. El perro vinculado a San Roque es una sorprendente reactualización, en este sentido, de la deidad céltica Nodons (británica)-Nuada (irlandesa)-Nudd (galés), que suele retratarse como un perro que lame en su representación única encontrada en Gloucestershire.
Dios asociado al Marte Céltico, sanador, hacedor de nubes y conjurador, vinculado al elemento acuático y por ello al Alén, presidía ceremonias de incubatio en su templo salutífero de Lydney (Gloucestershire). En la mitología irlandesa, este rey Nuada perderá su mano, que el dios apolíneo Dian Cecht reemplazará por una pieza de plata, permitiéndole volver a su trono.
Marina Gurruchaga Sánchez
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