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LA SERPIENTE ENFERMA

  • MARINA GURRUCHAGA
  • 24 may 2020
  • 2 Min. de lectura



Hacía tiempo que no profundizábamos en el folklore de tradición oral recogido magistralmente por J. García Preciado. En su cuento "El culebrón" aparecen algunas alusiones a los arquetipos solares manejados en las tradiciones sagradas de la Céltica. Concretamente, en este cuento, entre otros elementos míticos de la tradición narrativa indoeuropea (como la presencia de tres hermanas, el palacio encantado, la mesa maravillosamente servida por manos invisibles, etc.), presentes en el folklore tradicional por doquier, aparecen constantes alusiones al número doce, que junto con el tres, el siete y el cinco, constituyen cifras arquetípicas de su imaginario. En concreto se habla de una medicina que hay que administrale a un serpentón parlante, guardián del palacio del relato, consistente en las doce gotas de un bebedizo (ofidios que, como ya hemos tratado en varias ocasiones, son representaciones de teologías de la soberanía y la fertilidad grupal; no en vano se transformará al final de la historia en un príncipe encantador); la llegada de la joven protagonista tiene lugar un día doce del mes; la culebra enferma cada doce días... . Este número doce halla su trasfondo mítico en el ciclo solar indoeuropeo, y en el héroe impulsor de dicho ciclo, representado en la imaginería del dios del caldero de Gundestrup mediante la rueda de doce radios, y en las representaciones de Lug como el halo también radiado que nimba su cabeza. En última instancia el protagonista del cuento, la serpiente encantada, es un trasunto de esta deidad, en lucha contra las fuerzas del cáos, que halla en la joven bondadosa, evemerización de la diosa de la tierra y la fecundidad, su aliada en los "trabajos" de potenciación y refuerzo del astro rey en sus ciclos de renovación.

 
 
 

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