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  • MARINA GURRUCHAGA

UN ALFILER EN LA CABEZA

Actualizado: 2 jun 2019

Sigo rastreando mitemas en las piezas de literatura oral recogidas por Jesús García Preciado. En el cuento titulado "La reina mora", en una segunda versión que aparece en el vol. I (p. 53) de su famosa antología, se narra cómo la malvada madrastra clava un alfiler en la cabeza a la bella princesa, acción que transforma en paloma a ésta última. Aquí tenemos dos elementos sustantivos, cuales son por un lado la residencia de las capacidades personales y la identidad permanente del individuo en la cabeza, elemento de primer orden entre los pueblos indoeuropeos, y por otro la posibilidad de metamorfosearse en animal, potencia reservada a los dioses del panteón céltico. El acerico y sus alfileres, significativamente, como nos cuenta A. Díez Ausín en su estudio "Creer de agüeros..." (Aguanaz 1), es un elemento de poder que incluso traslada su posesión de padres a hijos. El espíritu del dios eslavo Koshchéi (M. Pullmann, "Los seres mitológicos eslavos", Ibidem) reside en una aguja, y la paloma es a su vez personificación del alma, la profecía y la curación para las religiones del tronco indoeuropeo. La palomita del cuento, antes de ser nuevamente transformada en persona por la caída fortuita del alfiler, se dedica a musitar una suerte de letanía (de claras connotaciones religiosas) mientras picotea de los platos de los convidados inocentes al banquete de la boda de su malvada hermanastra, en clara función ordálica. Así que tenemos un elenco de asociaciones que, a pesar de cierta opacidad, inherente al salto temporal y mental existente, traslucen la existencia de un contexto mítico para este cuento.



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