ASCENDER A LAS MONTAÑAS, por Marina Gurruchaga
- raminavictrix
- 28 feb
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 26 abr

Ascender a las montañas que brillan, roca caliza cubierta de labios antaño bajo el cinturón de las aguas calmas, susurrantes, en corrientes rápidas encaminadas a las entrañas terrenas, hace millones de años. Y la concha dormida seguirá soñando las tempestades que volverán, Armaggedón del que no podremos escapar porque somos parte y arte de la tierra, de la materia firme.
Esos mocárabes residuales son testigos de cavernas hundidas en un día sin hombre que levantase acta, con enorme estruendo, porque la acción de los elementos se toma su eternidad, como hace Dios entre su amor y su regreso. Pero por más que el tiempo geológico sea tan largo como la lanza de la luz, llega el momento de ajustar haberes y deberes, en el que la vida inmensa se abaja hacia la vida más pequeña, imitando sus ritmos despreciables, y suceden derrumbes, tremebundas caídas, desplomes descomunales, el colapso.
Y está esa otra muerte diminuta de la montaña horadada por musgos, roedores, la gota preciosa de agua que se filtra y remansa en diminutas cárcavas, y por los árboles honestos con sus fieles raíces que sostienen el brazo pedregoso que se deslizaría por su propio peso, la traición de las calizas que se hacen arcillas por obligaciones de átomos y acuerdos químicos, todo aquello que da forma casi humana -si el hombre estuviese allí- a los miles de rostros de la montaña.
¿Y quién quiere trepar a la montaña, como yo? No por llegar a su cima, no por establecer una lucha con ella, y menos conmigo mismo, sino por palpar sus heridas, ver a los hijos que sacan provecho amable de su ruina, contemplar las aguas y colores de sus paredes, los muros venerables. Los caudillos antaño apilaron carnes de montaña unas sobre otras en altares y sepulcros, probando pertenencias, comprobando lealtades entre dioses y clanes, mas la propia elevación borrará las pruebas de un juicio temporal y fallido, y apenas quedará nada que recuerde el pacto antiguo.
Ascender a las montañas. Allí reconocerse contra el cielo, recordar el linaje humano. Escapar de tantas servidumbres, someterse, morir incluso.







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