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Un poema de Pequeños relojes blancos, de Francisco Taboada

  • raminavictrix
  • 21 dic 2024
  • 1 Min. de lectura

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Foto de Paula Arranz



Desfallecen a esta hora los objetos

cansados de ser materia persistente

huyen de la fijación

abandonan la forma, exhaustos,

y se desvanecen.


Apenas un instante, lo que dura

ese gozo de ausencia mantenido

el intermedio que concede la duda

porque nadie creería que descansan

que se velan que se van

y permanecen.


Queda el aire en soledad,

a resguardo, con el informe

en polvo de las cosas

tiritando en la noche

mientras duerme el mundo

con la templanza de las horas

que nunca se fatigan.

 
 
 

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