Unos aforismos de Óscar Losa

La ilusoria sensación de poder que da la rabia es el miserable consuelo de los débiles.

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La fuerza del amor alcanza los límites del universo. La de la envidia llega más allá.

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La felicidad es eso de lo que solo somos conscientes tras haberlo perdido

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Cuando aprendemos a pagar por todo, despreciamos lo más valioso porque no cuesta dinero

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Cada nueva generación proclama el descubrimiento de lo que la anteúltima desechó por anacrónico.

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Podemos medir el desarrollo de las civilizaciones por la distancia que las separa de su inevitable autodestrucción.

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Las revoluciones solo serán eficaces cuando las mueva la compasión en lugar de la indignación.

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No hay mejor refugio que el que nos protege de nosotros mismos.

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Con Homero aprendimos que la vida es un continuo ir y venir entre  Ítaca y Troya.

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La naturaleza insufla en los viejos una ilusoria sensación de poder que facilita su relevo por los jóvenes.

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La ventaja de las peores rachas es que en ellas recordamos las malas como buenas.

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Entre las estaciones Víctima y Verdugo suele haber billete de ida y vuelta.

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La envidia hacia los otros no existiría sin el desprecio hacia uno mismo del que aquella se alimenta.

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La insoportable inconsistencia de ser solo presente nos lleva a apropiarnos de los recuerdos de quienes ya no somos, y a trazar planes para que quienes nunca seremos.

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Solo se siente orgulloso de ser lo que se es quien lo confunde con lo que quiere ser.

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Solo tras perdonarnos la indignidad de nuestro papel de víctima podemos iniciar el perdón por la indignidad de quien nos agredió.

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La solución para las guerras no es acabar con el tráfico de armas, sino con el tráfico de odio.

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Qué más da terminar con la lacra del capitalismo si la codicia que lo fundamenta sigue siendo la misma.

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El único defecto del ideal pacifista es que funciona hasta que algún vecino no lo comparte.

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La única forma de saber cuánto necesitamos a alguien es perderlo.

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La verdadera libertad, la de uno mismo, solo la concede la muerte.

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Los sueños que perseguiste en tu juventud te perseguirán como pesadillas durante la vejez.

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El narcisismo que marca nuestra época lleva a muchos a confundir lo injusto con el escozor de sus malcriados egos.

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Nuestros padres se quedan dentro de nosotros, y hasta que no resolvamos nuestros conflictos con ellos, no lo haremos ni con nosotros mismos ni con nuestros hijos.

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Cuando el agobio te impida saber por dónde empezar, hazlo por el final, y acabarás antes.

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Ignorante no es el que no sabe, sino el que cree saber.

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El alcance de tus fracasos da la magnitud de tus desafíos.